¿Aprender a querer? Sí, ¿y es que acaso se le puede enseñar a alguien a «querer»? En el amplio espectro de la palabra, querer no es únicamente apreciar a alguien. Querer ser mejor persona, querer la comunidad en que nos desenvolvemos, querer superarnos y ser ciudadanos de bien. Aprender a querer ser un factor de cambio en la sociedad, aún cuando el ambiente que nos rodea no sea el más oportuno, mi mamá siempre me repite: «Querer es poder».

«Aprendiendo a querer» es un programa del cual quedé sumamente enamorada en mis esfuerzos y búsquedas de alianzas estratégicas con organizaciones en Venezuela que estuvieran enfocadas en la preparación de niños y jóvenes para la toma de decisiones oportunas en la vida.

Fue así como en mis primeros pasos en el mundo humanitario, decidí crecer de la mano de diferentes organizaciones como PROVIVE, institución que ha creado este programa educativo para la formación de valores humanos.

Es mucho lo que puedo sumar a través de este tipo de alianzas, y en realidad todos podemos hacerlo. La sinergia y el apoyo que podamos brindar hará posible que muchas más personas se beneficien. En este caso, decidimos trabajar con «Aprendiendo a querer» para contribuir a la reducción  del embarazo no planificado en adolescentes.

Como ustedes saben, Maracay es la ciudad que me vio crecer, y como siempre está en mis pensamientos, quise que algunas instituciones de allí estuvieran incluidas dentro de la iniciativa. En uno de mis más recientes viajes a Venezuela, tuve la oportunidad de visitar uno de estos colegios donde se lleva a cabo el proyecto, como una de las actividades que hago a través de mi fondo Universo de Bendiciones.

Creo que no existe mejor referencia en cuanto a desempeño y resultados, que la propia voz de los estudiantes y los maestros. En un día lleno de muchas sorpresas, jóvenes docentes y estudiantes me conmovieron con un bonito recibimiento en el que hicieron desde una oración hasta un baile tradicional. Llenaron el salón de luz y alegría con cada movimiento y con sus sonrisas. Un encuentro espiritual y enriquecedor para todos.

Los estudiantes llenaron una mesa entera de deseos y aspiraciones que tienen como jóvenes, reconociendo los nuevos compromisos que tienen como ciudadanos de un país. Tuve la oportunidad de leerlas en voz alta y la dicha de intercambiar pensamientos con ellos y entender cómo el programa «Aprendiendo a querer» estaba provocando cambios de conducta en su vida, tanto familiar como social.

Les conté de mi vida y de mis experiencias a su edad, especialmente de la importancia de tener un proyecto de vida y de tomar decisiones oportunas en el tiempo correcto. Basada en sus comportamientos y comentarios, pude apreciar cómo el fortalecimiento de los valores les está permitiendo integrarlos mejor a su conciencia para que puedan desarrollar una vida más plena e interrelacionarse de una forma más efectiva con sus semejantes.