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21 mayo 2017 By Gabriela Isler Storytelling

La viveza criolla

Antes, y por experiencia propia, uno veía la oportunidad de aprovecharse de algo y lo hacía con inocencia y sin sacrificar sus valores o herir a nadie en el camino. Sin embargo, hoy esa viveza criolla se ha convertido en el día a día del venezolano, en esa capacidad de aprovecharse del prójimo sin importar si lastimas a alguien; significa pasarle por encima a tu vecino y hasta de causar daños a terceros por el simple hecho de obtener un beneficio personal. Ejemplos hay miles pero todos sabemos que pueden ir desde vender una leche materna mezclada con cal hasta aprovecharse del uso del poder.

Sé que este texto es largo pero he querido hacer este ejercicio de reflexión porque me duele ver que esa "viveza risueña" que conocí y experimenté en mi Venezuela de ayer, quedó remplazada por la que este socialismo trajo consigo: la "viveza del siglo XXI".

Le pido a Dios poder tener la dicha de compartir con mis hijos estas historias en la nueva Venezuela, en esa donde la inocencia se haya recuperado y se les permita a los niños vivir bien de acuerdo a su edad, y sin que sus derechos sean violentados… En esa Venezuela reconstruida como nación, en la que podamos soñar, relacionarnos y tolerarnos sin mayor complicación.

Aún recuerdo la Venezuela donde crecí como si fuese ayer, guardo gratos y memorables momentos en mi baúl de los recuerdos, y por nada en el mundo me gustaría olvidarlos… Espero poder recrearlos en el futuro con mis hijos.

Las familias venezolanas se caracterizaban por ser numerosas, pues nadie se iba del país con tanta frecuencia como ahora, y uno crecía rodeado de sus abuelos, tíos, primos, y demás amigos que terminaban adoptándote como parte de la suya. Era maravilloso como la infancia y la adolescencia de los míos transcurría en medio de alegrías y risas, pero sobre todo con mucha diversión.

Cuando tenía entre 7 y 10 años de edad visitaba con frecuencia el polígono de tiro en Valencia, ciudad donde nací y crecí los primeros 10 años de mi vida; y donde luego pasaba la mayoría de mis vacaciones con mis primas compinches. Recuerdo que siempre íbamos a ese club a bañarnos en la piscina, esa en la que me hice la típica cortadita debajo del mentón, una tremendura que diría yo el 90% de los niños se la hacen, y yo no fui la excepción, ja, ja, ja.

Mi prima Luisi y yo éramos panas de todo el personal del club, desde el portero que ya no nos pedía carné para entrar hasta el que atendía en la cantina, el Sr. Canache si mal no recuerdo. Éramos dos gorditas que sacábamos perros calientes y chucherías fiadas, y luego nos caía el chaparrón de nuestras mamás.

Pasábamos las tardes allí, jugando, en clases de baile, nadando, tratando de estar a la par de los varones jugando en las canchas… Ah, ahí fue donde por primera vez vi una culebra y corrí de pánico, ja, ja, ja. En fin, un montón de aventuras que atesoro y recuerdo con una sonrisa en mi rostro.

Sin embargo, la mejor parte de todas es la que les voy a contar a continuación: normalmente en vacaciones, o los fines de semana, siempre habían fiestecitas en el parquecito del club. Mi prima y yo éramos sociables pero no siempre nos invitaban, entonces teníamos un «plan de acción». Los jueves o los viernes, además de la ropa de piscina, nos llevábamos una pintica de fiesta, por si acaso. Entonces, veíamos si estaban decorando el saloncito o si había movimiento en la cantina: los que hacían los perros calientes siempre lo sabían, ja, ja, ja.

Dependiendo de la hora de la fiesta, nos salíamos de la piscina una hora antes para bañarnos y vestirnos y poder estar más que listas para la fiesta, a la que no nos habían invitado. Y eso que solo por un momento imagínenselo, ¿quién iba a sacar de una fiesta a dos niñas educadas y arregladitas? ¡Nadie, ja, ja, ja!

Normalmente entrábamos por la parte de atrás del salón que era abierto y siempre había menos gente; tampoco éramos tan pasadas para entrar por el medio de la parranda… Y la técnica era ir interactuando poco a poco con los niños de la fiesta, y participábamos en cuanta rifa y concurso hicieran. Por supuesto, la piñata no podía faltar… ¡Terminábamos hasta con cotillón y torta para llevar! ツ

Sin duda, a todo esto le llamo –y lo podemos llamar- «viveza criolla» pero de la buena, porque nadie nos enseñó que podíamos hacer eso, y quizá no estaba bien, pero no lastimábamos a nadie y créame que hasta hacíamos las fiestas más divertidas, modestia aparte; y les cuento esta historia porque hoy en día esa «viveza inocente» ya no es una ocurrencia divertida, sino que se ha transformado en algo malicioso.

2 Comentarios sobre “La viveza criolla”

  1. Alberto dice:

    Muy interesante el articulo. Gracias por compartir tus historias y reflexiones con nosotros!

  2. Jhamael dice:

    Me encantó el texto, al igual q tu también crecí en esa Vzla donde los niños teníamos inocencia y viveza criolla pero más allá de todo esto tenimos cultura y educacion dada por nuestros padres y abuelos, es triste ver hoy en día está niñez tan corrompida q hoy tenemos es triste ver como hay padres q ponen a sus hijos a vigilar a los vecinos quien entra quien sale de Sus casas y de la vereda o calle para luego aprovechar cualquier situación y aprovecharse de lo q nos les pertenece hasta irrumpir en nuestros hogares como dices tú en tu texto es triste ver reemplazada la viveza risueña por la viveza del siglo XXI. Felicidades molly, me encantó leerte más personas como tu necesitamos en nuestro país q siembre cosas positivas para verlas cosechar en nuestra nueva Vzla, Dios te bendiga !! ..

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