Hablar de miedos me transporta indiscutiblemente al momento de la pregunta final del «Miss Universo» en el que participé: tenía un nudo en la garganta, no sentía mis pies después de 23 días consecutivos usando tacones, y tenía el corazón a millón no solo por el simple hecho de estar allí y haber clasificado, sino por la imponente presencia de un jurado y un auditorio ensordecedor que me recordaban el peso que tenía encima al representar a mi país frente a más de 20 millones de televidentes.

¿Cuál es tu mayor miedo y cómo planeas superarlo?, fue la última pregunta de la noche y era la inquietud que el músico y compositor Steven Tyler tenía para hacer. Si confieso cuál era mi mayor miedo en ese momento, sin duda alguna era “no meter la pata” al responder, y que eso implicara no haber sido la mejor representación de Venezuela ante el mundo. Sin embargo, y aún sin responder concretamente lo que me preguntaron, mi nivel de confianza y la convicción que siempre demostré durante el concurso me permitieron ganar.

Fue así como empezó una de las etapas más relevantes de mi vida y no les voy a mentir: ¡Sentí pánico! Yo me había preparado mentalmente para concursar y ganar, pero no me preparé para lo que podría venir después. Fue complejo saber que la vida me había cambiado en un parpadeo y que de la noche a la mañana ya todos mis planes, y el orden de ideas que tenía, no serían ejecutables en los tiempos que había pensando… Y definitivamente así son los cambios, muchas veces los propiciamos pero otras tantas simplemente llegan a nuestra vida y nos empujan a empezar etapas que quizá no teníamos en mente.

El miedo es parte elemental de la vida, y yo no quisiera vivir sin él… Todas las cosas que de verdad valen la pena dan un sustico en el estómago, y cuando eso pasa la sensación de satisfacción es increíblemente reconfortante. Bien sea que las cosas salgan o no tal y como las esperamos, vivir ese proceso relacionado con el inicio de nuevas etapas nos regala un aprendizaje maravilloso y lleno de experiencias que representan en sí mismas una ganancia de la cual debemos sentirnos orgullosos.

No hay inicios perfectos. ¡Ojalá y pudiera ser así! Siempre habrá una variedad de sentimientos acompañando todos esos procesos de cambio en nuestra vida y no todos serán color de rosa. La frustración, el miedo, las inseguridades e incertidumbres, así como la sensación de no saber por dónde empezar serán normales.

A mí me sucede a cada rato, y es más común de lo que nos imaginamos. Hay muchas personas que tienen una coraza de valentía y firmeza ante los inicios de nuevas etapas, pero estoy segura que también sienten ese sustico y apuestan a que el cambio les traiga puras cosas buenas.

Recordando esa experiencia, aquí comparto 5 consejos para que puedan canalizar mejor sus miedos y enfocarse plenamente en esa nueva meta o etapa de vida:

• Define qué es el miedo para ti. Para mí el miedo es simplemente la ignorancia o la falta de conocimiento. Al no comprender una situación, o no estar documentados o instruidos acerca de todos los temas que involucran esa nueva etapa, lo más normal e instantáneo es sentir temor. Conocer las variables, comprender e indagar en relación a un tema, preguntar y leer, te hará sentir empoderado sobre lo que eso significa.
• Lo único que no tiene solución en esta vida es la muerte. Sé honesto contigo mismo y pregúntate: ¿qué tan malo puede ser?, ¿cuál es el peor escenario posible? Si frente a esas interrogantes puedes crear un plan para responder ante cualquier circunstancia, no tienes por qué temer porque ya sabrás qué hacer si las cosas no avanzan como esperabas, anticipándote a cualquier situación que ponga en riesgo tu tranquilidad y tu progreso.