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Miss Venezuela

«Lo que te pertenece por derecho universal, siempre tocará tu puerta»
Aquí decido contarles el comienzo de esta historia

Érase una vez…Nooo mentira, ja, ja, ja. La verdad es que siento que es un poco difícil contar el principio de mi historia, la historia de Gabriela Isler en el Miss Venezuela, sin que suene cursi, trillado o surreal.

En el mundo entero, Venezuela es reconocida por ser el país de las mujeres más bellas, de las que desde chiquitas sueñan con ser Miss Venezuela, de esas que son coquetas desde que están en la barriga de su mamá y que vienen con el caminar aprendido. Existe ese mito de que todas nacemos y vamos a concursos desde chiquitas, que nos preparan para la noche más linda del año y para llevar la tan ansiada corona.

Sin embargo, yo vivía en un mundo paralelo; fui una niña que, al ir creciendo, cambié esa coquetería por comodidad, usaba ropa ancha y zapatos de goma, bailaba rap en los actos del colegio, era gordita, y muy rústica, ja, ja, ja. A los 14 años fue cuando empecé a cambiar físicamente, me estiré como un espagueti y debido a la presión de mi mamá de regalar mi ropita ancha, fue cuando me volví más femenina y delicada.

He querido contarles esto para que conozcan un poco más de Gabriela Isler, y para que sepan cómo fue que llegué aquí, y cómo no todas las venezolanas nacemos soñando con ser reinas… Aunque para algunas parece que simplemente está escrito.

A los 14 años comencé a modelar, ya era muy alta y delgada como les dije, y comenzaron a encantarme los desfiles. Descubrí que al desfilar siempre puedes mantener la cara seria, que no siempre debes mostrar emociones, que no tienes que vender ni tu personalidad, ni tu esencia… No tienes que lograr que nadie se enamore de ese “ángel” que todas tenemos; y yo –para ser honesta- amaba mi poker face, ja, ja, ja.

Las personas que me conocen desde la infancia, saben que era muy retraída, tímida, seria y poco sociable, especialmente en mi adolescencia. Aunque participé en dos concursos de modelaje, durante los primeros días en la universidad, almorzaba solita en una mesa y tengo testigos, los cuales -hoy en día- son grandes amigos, aunque en un momento no se acercaron a mí por mi seriedad.

Haciéndoles el cuento corto, con 24 años estaba en un desfile de Ángel Sánchez en Caracas, y estaba muy emocionada. Yo no vivía en la capital, y quedar en ese casting fue sencillamente lo máximo. ¿Y quién estaba sentado en la primera fila? Nada más y nada menos que el zar de la belleza, Osmel Sousa… ¡Qué susto! Ese sería mi primer encuentro con él, y yo con mi mejor poker face.

Antes de que eso ocurriera, ya me habían coordinado por más de tres veces una cita en la quinta rosada del Miss Venezuela para ir a verlo. Mi mamá moría porque yo fuera a probar suerte. Sin embargo, yo cancelaba las citas porque estaba en finales y con la tesis de la universidad, lo que para mí siempre fue una prioridad. Pero, estando en Caracas y luego de verlo en el desfile, ¿cómo podría salvarme de esa?

Fue así como un amigo estilista me arregló y me acompañó a mi visita oficial a la quinta del Miss Venezuela. Ya habían pasado los castings regionales y estaban cerrando la preselección de las candidatas de ese año. Más nerviosa que cuando iba al médico de niña, así o peor estaba yo en ese momento. Luego de dos visitas más, y estando de regreso en Maracay con mi familia, recibí una llamada de la Sra. María Kallay para decirme: “¡Mi puchi, buenas noticias, quedaste seleccionada! Te tienes que venir a Caracas lo antes posible”.

Recuerdo que estaba cenando con mi mamá y con mi novio y hasta se nos cortó la digestión. Por supuesto, mi mamá hizo un comunicado oficial a todo el público presente, llamó a mi familia y yo solo pensada: ¡Dios mío!, ¿y ahora? Literalmente yo estaba como en shock porque no buscaba participar, había rechazado oportunidades, le había dado largas, y ponía excusas porque pensaba que eso no era para mí. Llegué incluso a decir que era algo muy vanidoso.

Al llegar a la quinta les dije que yo tenía prioridades, que si ellos querían contar conmigo que tenía que tener permisos para completar mis compromisos como estudiante. Yo pensé que con eso ellos me dirían que no podría participar y que me liberaría del concurso pero no… Para mi sorpresa, me dijeron que sí, que finalizara con mi carrera y que contara con el apoyo de ellos.

Con todo lo que pasó, ¿qué más podía hacer? Que como decimos en mi Venezuela: “Cuando es para ti, ni que te quites… Y cuando no, Ni que te pongas”. Así que este es el resumen de cómo comenzó todo.

Ese día empezó una nueva historia para esa niña que no soñó con ser reina, para esa joven que le tocó cambiar la cara seria por su mejor sonrisa, para esa mujer que debía conquistar a un país con su esencia, su ángel y sus cualidades. “Representando al estado Guárico, rumbo al Miss Venezuela… La señorita: María Gabriela Isler”.

Besos,

Gabriela Isler - Firma - LOGO - Página Web Oficial